lunes, 29 de octubre de 2007

Estupideces




Detenida frente a la ventana, no entendía cómo afuera podía estar brillando un sol cuyos rayos no eran capaces de calentarla, de tocarla, de conmoverla siquiera…

Qué falso ese sol, qué vacía esta vida, cómo se suponía que esto seguía...
Para ella, aunque notaba un brillo del otro lado de su ventana, todo estaba más oscuro que nunca, le llovía el alma, con rayos y truenos.

Qué mal ser tan fría, qué mal no poder sacar esa tempestad, qué mal pasar ese duro momento frente a la ventana con un sol irónico.

No podía pensar mucho, abría el placard sin ganas, lo volvía a cerrar. Tenía que ir, asistir, cumplir… qué usar, qué ponerse, daba igual…

Volvía a la ventana, miraba los niños jugando en la calle e inevitablemente su mente empezaba a volar, a recordar, a remontarse a risas a miles de momentos, a él. A él y su compañía… de cómo habían reído aquella última vez, de cómo reían cuando eran más o menos de la misma edad de aquellos niños que miraba jugar.

Su risa… era la más linda que había visto jamás, era hermosa, casi hasta mágica diría ella… y así había sido como lo conoció, riendo… Bueno, había sido él quien le contagiaría la sonrisa, que ella había extraviado momentáneamente por tantas cosas que pasaban en su vida. Incluso había pensado en no volver a sonreír, pero con él, era imposible no hacerlo. Su sonrisa… seguirá riendo?

Qué estupideces le daba por pensar… pero a él eso siempre le pareció gracioso, siempre reían de las estupideces que uno y otro eran capaces de decir, una mayor que la otra, una mejor y más graciosa que la otra, horas interminables de hilarantes estupideces.

Algo extraño que no alcanzaba a entender pasaba en su rostro, todos aquellos recuerdos le habían provocado una sonrisa, que inexplicablemente se esbozaba con cientos de lágrimas, miles quizás… Era alegría, era tristeza, qué carajo era esto?

Se las secó rápidamente y volvió a arreglarse la cara, que no se notase que algo de esa naturaleza había pasado siquiera...

Estaba vestida, estaba arreglada y sentía que aún tenía algo que hacer… El cuaderno de planes, ahora no tenía más sentido… Había que deshacerse de él… Lo buscó en su escritorio. Aquel cuadernito que empezarían una semana después de conocerse… cuántos planes quedaron sin llevarse a cabo… Todo planificado perfectamente para nada, probablemente muchas eran estupideces.

Planearlo todo, desde lo que harían al día siguiente como ir de excursión al bosque; como los planes a futuro, ser novios por 5 años mínimo, casarse, tener un perro y si se volvía a planear, tal vez, hijos…

Estupideces, todo probablemente se reducía a eso… Había que quemarlo,era lo único que quedaba por hacer...

Desordenadamente fue arrancando hojas y haciéndolas pedacitos, encendió todo en un tacho de metal…

Su madre le avisó que era tarde y partieron. No tardaron mucho, y ella seguía ajena a todo. Llegó y lo vio ahí.

El mismo rostro, la sonrisa, menos mágica que de costumbre pero no menos hermosa.

Le tomó la mano y le colocó en el bolsillo la bolsita de planes en cenizas. Le dio un último beso porque sintió que debía ser así y no sabía si él lo entendería porque no era así como estaba planeado. Cerraron la tapa y supo que era el fin. Entonces pensó quizás en la última estupidez relacionada con él.

La había convertido en la viuda más joven, viuda a los catorce.

viernes, 26 de octubre de 2007

De Pertenencias



Tengo penita, dolorosa, confusa, y muy apenada… justo acá, en el centro del pecho, atravesando los músculos del cuello y presionando un poco el cerebro, quitándome el sueño cuando necesito descansar y adormeciéndome cuando necesito estar lúcida!

Tengo los bolsillos casi vacíos como la cuenta bancaria, la energía a medio tanque al igual que la motivación, la sonrisa cansada y un amor ocupado perdido en acción.

Tengo un extrañamiento gigantesco por tanta tantísima gente regada por acá y allá, un mar de dudas y sofocamiento de angustias।

Tengo un desorden en mi cuarto que a veces se convierte en caos, la incertidumbre de los exámenes médicos y la carga de mi mundo viniéndose encima…

Tengo tanto que no sé ni dónde ponerlo o por dónde empezar…

sábado, 6 de octubre de 2007

Encuentro


Justamente la situación que había esperado por siglos… tal vez exageraba, por mucho tiempo sí. Eso le producía aquella sonrisa salada y la sensación de que sobre el hombro izquierdo aquella figurita en rojo se regodeaba de dicha!

Sabía que el momento llegaría porque tenía que ser así de un momento a otro। Simplemente no esperó que fuese tan pronto.

Lo vio entrar al lugar como si no quisiese, dominado por el desgano, incluso algo de cansancio o ajeno a cuanto lo rodeaba। Ella inmóvil, sabía que él la miraría de un momento a otro. Así que por unos instantes debía dejar de seguir sus movimientos para que todo pareciese “natural”.
Así que actuó tan natural como le permitía su ser y como quien no miraba nada, lo vio acercándose inseguro en un intento de averiguar si era ella o una especie de espejismo…
- Hey, no estaba seguro si esa carita era la tuya…
- No sé si alegrarme con ese saludo o preocuparme, es que tengo un rostro tan común?
- No tonta, es que hace tiempo que no te veo y no estaba seguro si eras o no…
Listo, había caído! Lo tenía justo donde lo quería। Qué estaba pensando!! si la idea era no quererlo más! Auto control, que no podía perder la compostura y menos la naturalidad। Debía ajustarse al plan।
Todo ahora parecía fluir, a pedir de boca, mejor aún de lo planeado. Habían pasado un par de horas, 5 cervezas y un par de vinos a los que ella apenas si había saboreado. El estaba apunto de caer. La locación ahora era la más cercana, la casa de él porque él pensaba que así todo resultaría mejor, que “jugaría de local”.
Ella estaba más lista que nunca, y ahora no había tiempo ni manera de resistirse o de echarse para atrás। Tan pronto habían dejado el sitio y arribado a su casa, él había ido aumentando gradualmente su acercamiento।

- No sabes cómo me moría por tenerte así… Creí que nunca más sucedería, que bueno haberte encontrado, estás más hermosa que nunca!
La señal que había esperado, él había empezado la letanía y sin saberlo, trazado su destino. Mientras continuaba hablando y besándola, la ropa disminuía y el calor aumentaba. Disimuladamente ella se acercó a su bolso y tomó aquel objeto punzante que brilló con el reflejo de la lamparita en la mesita de luz. El objeto preciado que la liberaría o condenaría para siempre.