Verás, recuerdo perfectamente… sería alrededor de los 4 años, cuando salíamos al jardín y mirábamos las ranuritas donde se une el camino de cemento con el césped para descubrir una hilera de hormigas... A veces tardaban en aparecer y debíamos recurrir a colocar un poco de azúcar… Todo para que, una vez que hicieran su aparición, pudiésemos experimentar. Nada cuidadosos queríamos ver sus reacciones ante distintas pruebas.
Torpes deditos las atacaban, “y si la hago bolita?”, “si le tiro agua?”, “si la congelo?”, “si la enciendo con un fósforo?”, “si la pongo bajo la lupa?”. Sí, tortura infantil consciente. Sabíamos perfectamente que presenciábamos la muerte de los bichos… a veces rápida, otras más lenta. El resultado era siempre el mismo y no se nos movía un pelo, incluso con cierta fascinación y total frialdad indolente mirábamos el desenlace. Creo que con esta historia logro responder y transmitir el “cómo me siento”, estoy acá, indolente, mirando cómo esto muere… se entiende?
2 comentarios:
Es mejor una muerte rápida. Si ya ves la agonia creo q es mejor no seguir.
Te lo digo por experiencia
También lo recuerdo perfectamente. Supongo que si, cuando el que sufre es uno, es mejor rápido. Cuando uno es el que experimenta, el indolente, es distinto... Es tan indolente, como indiferente el método.
En tu caso... Si te importa tanto como una hormiguita, lo peor que te puede pasar es sufrir una leve picada y que te de comezón unos días, no?
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